
En 1957, Hollywood lanzó «The Deadly Mantis», una película de serie B que presentaba una mantis religiosa monstruosa. Su premisa: el deshielo del Ártico había liberado a un megainsecto de un millón de años de antigüedad, y los científicos junto con el ejército de EE.UU. debían detenerlo.
Este insecto descontrolado amenaza los puestos militares del Ártico estadounidense, parte de una línea crucial de defensa nacional, antes de dirigirse hacia el sur y encontrar su fin en la ciudad de Nueva York. Aunque es una ficción exagerada, la película refleja las preocupaciones del ejército estadounidense sobre la estabilidad del Ártico y su papel en la seguridad nacional, tanto en el pasado como en el presente.
En las décadas de 1940 y 1950, las temperaturas en el Ártico comenzaron a aumentar, mientras que la Guerra Fría se intensificaba. El ejército estadounidense se mostraba cada vez más inquieto ante la posibilidad de una invasión soviética a través del Ártico, lo que llevó a la construcción de bases y una línea de estaciones de radar. Los funcionarios se preguntaban: ¿qué pasaría si la nieve empapada y el hielo desaparecido obstaculizaban las operaciones militares y debilitaban estas defensas del norte?
Investigaciones y adaptaciones militares al cambio climático
En respuesta, el ejército creó el Snow, Ice and Permafrost Research Establishment, un centro de investigación dedicado a la ciencia y la ingeniería de los fenómenos relacionados con el hielo. Esta iniciativa marcó el inicio de la comprensión del ejército sobre la importancia del cambio climático.
Al escribir «When the Ice is Gone», mi reciente libro sobre Groenlandia, la ciencia climática y el ejército estadounidense, revisé documentos gubernamentales de las décadas de 1950 y 1960 que mostraban cómo el Pentágono apoyó la investigación sobre el clima y las regiones frías para impulsar la defensa nacional. Inicialmente, los planificadores militares reconocieron amenazas a su propia capacidad para proteger a la nación. Con el tiempo, el ejército llegó a ver el cambio climático como una amenaza en sí misma y un multiplicador de amenazas para la seguridad nacional.
Las investigaciones sobre nieve y hielo en la década de 1950 permitieron que convoyes de vehículos sobre orugas cruzaran rutinariamente la capa de hielo de Groenlandia, mientras que aviones aterrizaban y despegaban desde pistas de hielo y nieve. En 1953, el Ejército incluso construyó un par de sitios de vigilancia secretos dentro de la capa de hielo, equipados con unidades de radar de la Fuerza Aérea que operaban las 24 horas buscando misiles y aviones soviéticos.
Los avances en el estudio del hielo, como la extracción de núcleos de hielo, revelaron información crucial sobre los cambios climáticos pasados. Los análisis de los gases atrapados en burbujas del hielo mostraron que los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera eran significativamente más bajos durante miles de años antes de la revolución industrial. A partir de 1850, los niveles de dióxido de carbono comenzaron a aumentar, lo que proporciona evidencia directa de que las acciones humanas, como la quema de carbón y petróleo, están alterando la composición atmosférica.
Desde entonces, el cambio climático ha sido considerado por los líderes militares como un multiplicador de amenazas que puede agravar la inestabilidad y la migración masiva en regiones del mundo ya frágiles. El cambio climático puede intensificar tormentas, incendios forestales y el aumento del nivel del mar, amenazando importantes bases militares y poniendo en riesgo al personal militar. Además, puede contribuir a la inestabilidad y al conflicto cuando la escasez de recursos como el agua y los alimentos desencadena una competencia creciente.
La comprensión militar de estos riesgos ha llevado a acciones concretas. Por ejemplo, la Estación Naval de Norfolk, el mayor puerto militar del mundo, se encuentra justo por encima del nivel del mar y ya ha experimentado un aumento de más de 1.5 pies en el último siglo. Con proyecciones que indican un aumento similar para 2050, el ejército ha comenzado a construir muros de contención y a restaurar dunas costeras para proteger sus instalaciones. Este enfoque proactivo es crucial para evitar la suerte de civilizaciones pasadas que abandonaron sus asentamientos ante el avance del mar.
Los costos de ignorar el cambio climático están aumentando. La mayoría de los economistas coinciden en que es más barato actuar ahora que afrontar las consecuencias. Sin embargo, la discusión política en torno a la causa y los efectos del cambio climático se ha vuelto cada vez más partidista, obstaculizando acciones efectivas. En este contexto, la aproximación del ejército a la resolución de problemas y la reducción de amenazas podría servir como modelo para la sociedad civil en dos frentes: reducir las emisiones de carbono y adaptarse a los impactos inevitables del cambio climático.
En un mundo donde el Ártico se ha convertido nuevamente en una prioridad estratégica debido al deshielo y a la creciente competencia por rutas de envío y recursos, el ejército estadounidense continúa tomando medidas para abordar las amenazas que presenta un clima en cambio. Este enfoque, que prioriza la resiliencia y la adaptación, podría ofrecer lecciones valiosas para otros sectores de la sociedad.