Se acaba un año que por su densidad política ha parecido una década. Un año que empezó realmente el 20 de diciembre de 2015, con la victoria electoral del PP por mayoría simple, pero que le ha valido a la derecha radical española un largo interregno de once meses extra. Con su victoria del 26 de junio, Rajoy ha podido formar gobierno de nuevo, respaldado por Ciudadanos y por un PSOE en estado de excepción. Se ha conformado un bloque de poder y de orden.
En los meses previos al 20D, una extraña e injustificada euforia recorría el espacio de lo que fue la izquierda, ya por entonces ocupado de hecho por PODEMOS y con una IU entregada políticamente a la causa podemita, a pesar del rechazo que provocaba al propio Pablo Iglesias. Llegaba imparable el «fin del régimen del 78», «ahora o nunca» era la consigna y el «sí se puede» como santo y seña.
Pero no se pudo. Errejón, haciendo de la necesidad virtud y en un alarde de optimismo diacrónico, afirmó que un par de semanas más de campaña y PODEMOS habría ganado. El hecho es que a pesar de sus políticas de salvajes recortes neoliberales y del empobrecimiento severo de las clases populares y de los trabajadores, ganó el PP. Tras meses de trapicheos y de politiquería barata entre el PSOE y PODEMOS, mientras Rajoy miraba divertido la escena fumándose un puro, no hubo cópula.
El 26J volvió a ganar el PP, esta vez con más solvencia, a costa de Cs, aunque sin mayoría absoluta. El PSOE se derrumbaba en medio de una guerra civil, que terminó por cobrarse hasta a su secretario general y ahí siguen, gestora mediante. Y PODEMOS, ya con IU subsumida en sus listas, entró en depresión. La candidatura de Unidos Podemos restó un millón de votos de los que sumaban PODEMOS e IU por separado en diciembre. «La suma que multiplica», como gustaban repetir Felipe Alcaraz y otros queridos dirigentes de la IU garzonita, se convirtió en la suma que resta: un millón de votos, concretamente.
El pasado 30 de octubre Mariano Rajoy era investido presidente del Gobierno con 170 votos a favor del PP, Ciudadanos y Coalición Canaria, y con la abstención de 68 diputados del PSOE. Se ha formado un núcleo duro de poder y de orden, como decíamos más arriba, dirigido con mano de hierro por el PP y con Ciudadanos y el PSOE como guardaespaldas. El objetivo confeso es mantener el rumbo de sumisión a Bruselas y asegurar el papel impuesto por la Troika de país subordinado de la periferia en lo económico, y fiel escudero de la OTAN en lo estratégico y lo militar. Es tal la seguridad del PP, que Rajoy no duda en amenazar con nuevas elecciones si sus socios de Ciudadanos y del PSOE no facilitan la «gobernabilidad».
Mientras tanto, más allá de proclamas triunfalistas vacías, PODEMOS se ha instalado en la melancolía autorreferencial. Se ha desatado una crisis brutal en la cúpula, que ha prendido con fuerza inusitada entre sus bases. Una lucha descarnada por el poder, entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, con la mirada extraviada puesta en Vistalegre, permítaseme la ironía. No es fácil manejar las claves políticas de la disputa, puesto que de momento la batalla es en torno a los métodos.
Nada queda ya de la famosa «emergencia social»; el grupo parlamentario es un desastre en su funcionamiento, como reconocen algunos diputados; las invocaciones a la movilización son meramente retóricas, tras más de dos años y medio de paz social y calles vacías; IU, bajo la batuta del subalterno Garzón, se ha convertido en un cascarón vacío e invisible. No es descartable la implosión de PODEMOS en Vistalegre II, tras la de IU, a la vista de la virulencia de la crisis.
Los autoproclamados herederos del 15M se han convertido, en tiempo récord, en un partido viejuno, jerárquico y atravesado por bandadas de postulantes a sillón con el cuchillo entre los dientes. Los alegres y desenfadados profesores de la «Complu», según sus patrocinadores mediáticos, han trocado, como la bruja del cuento, en ajados profesionales de la vieja política, disputándose el mando sobre una estructura electoral, sin ideología conocida, más allá de consignazos vacíos y muy ñoños, por cierto. La verdad es que desde el 15 de mayo de 2011 contamos las convocatorias electorales por victorias del PP.
«Mariano, no llegas al verano» se coreaba con sorna en las manifestaciones de los primeros meses de 2012. Mariano ha pasado ya cinco veranos en Doñana. Y va, tranquilo, camino del sexto. Esto es lo que hay, lo demás es literatura barata para consumo de clases medias urbanas venidas a menos e indignadas, pobres.