Habría sido ingenuo pensar que el año del centenario de la Revolución Socialista de Octubre de 1917 iba a ser uno más como cualquier otro, en esa lucha eterna entre las fuerzas de la reacción y del progreso. Es un aniversario que molesta y mucho tanto en Rusia como fuera. Y tampoco era difícil de imaginar que en el epicentro de ese debate iba a estar la figura clave de la revolución, Vladímir Ilich Lenin y su mausoleo en el corazón neurálgico de Rusia. Es este una especie de tema bumerán, que por lejos que lo lances sabes perfectamente que tarde o temprano va a volver. En todos los años que llevo siguiendo la actualidad rusa no recuerdo uno en que no haya salido el tema a relucir, comenzando desde la ignominiosa perestroika, pasando por la aciaga década negra de los 90 hasta llegar a nuestros días, donde con sus picos y sus descansos, el tema vuelve a ser de recurrente actualidad. ¿Ha llegado ya la hora de sacar la momia de Lenin del mausoleo de la Plaza Roja? ¿Tiene justificación histórica en nuestros días a 25 años de la caída de la URSS su pervivencia en un lugar tan emblemático del planeta?
Esta vez no hubo que esperar mucho y sin apenas tiempo de quitarse la resaca de la nochevieja, la figura “elegida” en esta ocasión para abrir la “temporada de caza” fue el principal rabino de Rusia Ben Lazar, quien se destapó con estas declaraciones: “El cuerpo de Lenin debe ser enterrado y su tumba junto a las murallas del Kremlin, incluyendo la tumba de Stalin, debe ser trasladada a otros cementerios”. En opinión del rabino esta gente “inundaron de sangre el país”. Y sigue: “En lo que respecta al mausoleo de Lenin, considero que no habría que destruirlo, es un edificio que está bien integrado en el espacio de la Plaza Roja. Sería mejor organizar en el mausoleo un museo dedicado a la época soviética”. El rabino está convencido en que los representantes de todas las confesiones del país coinciden en esta cuestión y que los políticos han ahogado en sangre al país intentando reemplazar la religión por el culto a unos “líderes endiosados”. Aprovecha claro está este buen señor para dar cera a la época de Stalin: “Los tiempos de gobierno de Stalin fueron un periodo especialmente tenebroso. Fue precisamente cuando la violencia en la Unión Soviética alcanzó su apogeo”.
Habrá quien pueda decir, y seguramente no irá desencaminado, que el que sea precisamente este hombre el que lance la primera piedra en el año del centenario, es un ejercicio de psicología inversa y que lo único que va a conseguir es que la causa de los que persiguen la retirada de Lenin gane detractores.
En algo tiene razón este rabino. Manifestaciones similares podemos encontrarlas de boca de los principales jerarcas de la Iglesia ortodoxa rusa, aunque quizá en un tono más conciliador. En cuanto a lo de convertir el edificio del mausoleo en una especie museo de crímenes del comunismo, se le olvida a Ben Lazar que ya existe en Rusia una gigantesca “catedral” de reciente inauguración ─con la presencia de Putin y Medvédev, por cierto─ dedicada a los horrendos crímenes de la época soviética; Me estoy refiriendo al monstruoso, por sus dimensiones y contenido, edificio erigido en memoria del “primer presidente de la Rusia democrática” Borís Yeltsin en su Ekaterimburgo natal. Todo un faro de oprobio en esa especie de “Guantánamo” ultraliberal, prooccidental y proamericano, que es la capital de los Urales. Pero ese es tema para otra ocasión.
El caso es que esas declaraciones no pasaron inadvertidas lógicamente para los medios, y las redes sociales tardaron poco en recoger el guante. La temporada cinegética se declara oficialmente inaugurada. Tampoco hay que remontarse demasiado en el tiempo para encontrar manifestaciones similares, solo que dichas por figuras con mucho mayor peso real dentro de la política rusa. Y no me estoy refiriendo a las digamos “poco afortunadas” declaraciones del presidente Putin hace un año sobre “la bomba nuclear colocada (por Lenin) bajo el edificio (Rusia)”.
Si en los 90 esa petición solo podía lanzarla algún personaje del tipo de Vasiliev, presidente de la fundación “Pamiat’” (Memoria), en diciembre del año 2000 nos encontramos con que el Consejo de la Duma estaba proponiendo al ya presidente Putin que crease en el mausoleo un centro dedicado a la memoria de las víctimas de las convulsiones políticas del siglo veinte. Pero si en aquellos primeros años de la época postsoviética esas peticiones salían de boca de representantes de los partidos de la derecha neoliberal prooccidental como la entonces “SPS” o “Yabloko” ─mientras el presidente de la Duma y el propio Putin sacaban balones fuera diciendo que esa cuestión no tocaba y que no estaba en el orden del día y que era un tema que debía seguir “su curso”─, llegó el día en que ese “tema” sí tocó. Por cierto que por curso natural imagino se refieren a que termine de morirse de una vez esa generación para la que Lenin todavía podría ser un referente; La que conoció la época soviética antes de la llegada del innombrable (Gorbachov). En ese camino han dado grandes pasos últimamente y dado el deterioro de la sanidad pública, el envilecimiento de la juventud con el actual sistema educativo, los niveles escandalosos de alcoholismo y drogadicción, la escasa esperanza de vida y el actual deterioro fruto de la crisis, las sanciones, el coste de la vida y las pensiones de miseria, están muy cerca de lograr tan ansiada meta.
La cuestión, como decía, volvió a ser actualidad a comienzos del año electoral de 2011, solo que ahora era ya el partido oficialista “Rusia Unida” el que la sacaba a colación en la sala de plenos del parlamento. ¿Y quién fue el que inició esa campaña? V. Medinski quien al año siguiente se convirtiera, por esas cosas del destino (ejem), en ministro de Cultura. Los partidarios de enterrar el cuerpo de Lenin lo explicaban alegando que la conservación de una momia en la Plaza Roja entra en contradicción con los valores morales y religiosos de los cristianos.
Casualmente el señor Medinski, tan preocupado por restablecer la memoria histórica, se dedicó el año pasado a inaugurar en San Petersburgo una placa honorífica al señor Karl Mannerheim, oficial zarista que acabó siendo presidente de Finlandia y aliado del III Reich, tomando parte activa en el bloqueo a Leningrado. ¿Cabe mayor desatino? La placa apenas duró cuatro meses, teniendo que retirarla ante los continuos ataques con pintura y ácido que estaba sufriendo.
Fue en junio de 2012 cuando el ministro Medinski volvió a la carga manifestando que: “Igual que lo pensaba antes, sigo manteniendo que el cuerpo debe ser entregado a la tierra. Se respetarían todos los rituales necesarios, por cuanto se trata de un Jefe de Estado…”
Como no podía ser de otro modo, tampoco se quedó atrás el histriónico Zhirinovski, quien en un intercambio de intervenciones en la Duma con los comunistas dijo: “Nadie necesita a Lenin, como tampoco necesitamos a los comunistas, al PCUS ni ningún símbolo de la época soviética”. Puede que nadie se tome en serio al payaso de Zhirinovski, pero por surrealista que parezca este personaje, iracundo anticomunista, lleva soltando perlas como esas y mucho mayores desde que fuera diputado en el Congreso de la URSS. Veintiocho años después su partido sigue manteniendo una importante presencia en la Duma, a la par que los comunistas y con el doble de cuota de pantalla en televisión desde hace muchos años, solo por detrás de la omnipresente “Rusia Unida”. Sigue siendo un tonto muy útil con sorprendente nivel de apoyo en varias regiones, que dice lo que sería políticamente incorrecto que alguna otra figura pública dijera. Se trata de preparar el terreno para que la gente acabe por asumirlo como algo necesario y lógico.
En esa dirección parece que llevan bastante terreno adelantado, pues si nos creemos (conmigo que no cuenten) la encuesta que hizo el “VTsIOM” (el CIS ruso) el año pasado resultaría que el 60% de los encuestados no verían hoy con malos ojos la retirada de Lenin del mausoleo… Algo que entra en curiosa contradicción con las encuestas de los últimos años donde la imagen de la Unión Soviética y de sus dirigentes es cada vez mejor valorada por los rusos.
De lo que no cabe duda es que están abonando desde hace mucho tiempo el terreno para que ese día llegue y en esa dinámica, el año del centenario cobra una relevancia especial. Conforme se acerque la fecha veremos como todos los canales públicos y privados dedican sus espacios de debate político, muy populares en Rusia, al tema de la Revolución y de Lenin. Unos debates donde curiosamente los rusos tienen la mala costumbre de procurar que las partes enfrentadas cuenten con el mismo número de ponentes. En ese sentido quizá deberían tomar ejemplo de la democrática España, donde en sus tertulias políticas dedicadas a Cuba, por ejemplo, vemos como de 10 invitados 5 son anticomunistas furibundos, 4 anticomunistas moderados y uno es tímido defensor de las conquistas de la revolución, aunque asumiendo que tiene sus “peros”…
Claro que dependiendo del tema que se trate, el pero se lo pongo yo a esas excesivamente equitativas tertulias de la tele rusa. Muchas veces nos encontramos a la mitad de los tertulianos defendiendo la bonanza de los ideales liberales y democráticos de Occidente, cuando esas políticas tienen en realidad un apoyo ínfimo en la sociedad, creando en el imaginario colectivo la sensación de que las posiciones están en igualdad al 50%.
Pero volviendo al tema que nos ocupa, es importante tener presente que ha habido un acontecimiento muy relevante que se ha interpuesto en que llegásemos al 2017 con los deberes totalmente hechos en la tarea de preparar el terreno para la retirada de Lenin. Como habrán adivinado, me estoy refiriendo al golpe de Estado perpetrado en Ucrania por Occidente con cuerpos paramilitares nazis como fuerza de choque. En unos pocos meses el espectador ruso y todos nosotros, hemos presenciado como el anticomunismo más cavernícola se adueñaba de las instituciones ucranianas y descargaba su ira en la figura de Lenin (el mismo al que deben el surgimiento de ese Estado ucraniano que tanto aman). El antisovietismo se erigía en rango de ley y las estatuas de Lenin caían una tras otra de todas las plazas de las ciudades y pueblos del país ante el alborozo de la muchachada fascista que hoy desfila orgullosa con sus antorchas por el centro de la capital, idolatrando a su querido Stepan Bandera.
Mientras, el “gobierno” títere ucraniano lleva 1000 días siguiendo fielmente las instrucciones de Washington, masacrando impunemente a la población civil del Donbás ante la indiferencia internacional. Una población, la del Donbás que en esos primeros días de barbarie fascista se lanzó a defender precisamente esas estatuas de Lenin frente a las amenazas de derribarlas y que ha pagado un muy alto precio por ello.
Han pasado tres años y la Junta criminal sigue ocupando la sede de gobierno en Kiev, sigue muriendo todos los días gente inocente en el Donbás y la OTAN sigue desplegando sus tropas frente a las fronteras rusas. ¿Les parece a ustedes que es este el momento más idóneo para seguir levantando ampollas en la sociedad rusa con el tema de Lenin? Pues contrariamente a toda lógica parece ser que sí, que aun así y todo, los quintacolumnistas y sextacolumnistas (dentro y fuera del gobierno) no van a desaprovechar la ocasión.
El año pasado todavía podían oírse declaraciones de destacadas figuras en el ámbito intelectual patriótico (utilizando la terminología rusa), putinista e incluso comunista, con la esperanza de que para las celebraciones del 9 de mayo, en esta ocasión no fuesen a camuflar el mausoleo, como han estado haciendo todos estos años al engalanar la Plaza Roja para el desfile de la Victoria. La duda tardó poco en despejarse, en cuanto empezaron a montar los andamios en la fachada del mausoleo. Y para terminar de rizar el rizo, este pasado 7 de noviembre en parada militar que organizan con los uniformes y vehículos de la época de la Gran Guerra Patria en conmemoración del desfile del 41, los coches y camiones no llevaban en sus puertas la estrella roja, sino el águila bicéfala sobre fondo blanco… Otro extraño error de “atrezzo”.
Otro ejemplo claro de ese fertilizante que utilizan lo encontramos en la figura de Natalia Poklónskaya. La que era fiscal en Crimea pese a su juventud, ahora convertida en musa por los medios, en una especie de Juana de Arco que se enfrentara a los nazis ucranianos, ocupa hoy día escaño por “Rusia Unida” en la Duma. La muchacha destapó el tarro de sus esencias este otoño en el 99 aniversario de la Revolución, incluyendo a Lenin en su particular lista de monstruos del s.XX, en la misma fila que Hitler y Mao Tsedong. Imagino que a la China aliada de Rusia, esto último le haría más bien poca gracia.
Sin duda el bello rostro de Poklónskaya y su angelical voz tienen mejor venta que la imagen de demente que traslada Zhirinovski. Para terminar de aderezar la operación, resulta que nuestra Natalia está locamente enamorada del zar Nicolás II, y prácticamente no sale a la calle sin cargar su retrato en las manos. Incluso se lo lleva de paseo el 9 de mayo, cuando el resto de rusos inundan las calles con las fotos de sus familiares en homenaje a sus héroes caídos en defensa de la Patria “soviética” (mal que le pese a Poklónskaya y los que la han convertido en figura mediática). Y es que en este 2017 está en marcha (la cosa viene ya de años) una campaña sin precedentes de rehabilitación del movimiento blanco y restauración de la monarquía zarista. Es un lobby importante que está ganando presencia en los medios. Una idea que tiene además otras muchas caras conocidas aunque de orígenes muy distintos al de Poklónskaya, como la figura de Ígor Strelkov (el héroe defensor de Slaviansk en los primeros meses de la guerra en el Donbás) y que hoy es una voz muy crítica con el gobierno en sus políticas económicas y en la gestión de los desafíos que afronta Rusia en la arena internacional.
Al paso que vamos, estamos a nada de que se empiecen a erigir monumentos al general Vlasov y acabe siendo un héroe tan «nacional» como lo es ahora S. Bandera en Ucrania. Con Kolchak ya han empezado…
Hay quien piensa que el mausoleo y el 9 de mayo son las dos grapas que garantizan la unidad de Rusia. Mejor no probar a soltar una de esas amarras.
Para terminar me gustaría que oyesen lo que dice el abad Evstafi, porque me parece que resume perfectamente en poco más de un minuto el sentir de millones de personas en Rusia (y fuera de ella).