Un estudio innovador realizado por un equipo de científicos de la Universidad Nacional de Chungnam, en Corea del Sur, ha desarrollado un recubrimiento alimentario ecológico y no tóxico, utilizando un conjugado de quitosano y ácido gálico, que podría extender la vida útil de las frutas perecederas. Este avance se presenta en un contexto donde, a pesar de los progresos en la tecnología de transporte, la preocupación por el desperdicio de alimentos durante la logística y el almacenamiento se ha incrementado considerablemente.
A nivel global, aproximadamente el 17% de los alimentos a nivel minorista y del consumidor se desperdician, lo que contribuye a problemas ambientales graves, como la contaminación de aguas subterráneas, emisiones de gases nocivos y la propagación de patógenos infecciosos. Por tanto, la búsqueda de tecnologías de conservación de alimentos eficientes, rentables y respetuosas con el medio ambiente se ha convertido en una prioridad para los investigadores en todo el mundo.
Desarrollo del recubrimiento comestible
Entre las alternativas estudiadas, los recubrimientos comestibles elaborados a partir de polímeros de origen natural han demostrado ser especialmente prometedores. Estos recubrimientos protectores ayudan a prevenir la degradación post-cosecha de las frutas, reduciendo la pérdida de agua y el intercambio de gases, lo cual a su vez disminuye la necesidad de refrigeración o de preservantes sintéticos.
El quitosano (CS), un polímero natural derivado del exoesqueleto de los crustáceos, se caracteriza por ser no tóxico, biodegradable y poseer notables propiedades formadoras de película. Sin embargo, sus limitaciones, como una barrera débil y escasas propiedades antimicrobianas, han restringido su uso como material de recubrimiento alimentario. Para superar estas limitaciones, el equipo de científicos, liderado por el profesor Won Ho Park, incorporó ácido gálico (GA) al quitosano, creando así un conjugado CS-GA. Este compuesto polifenólico, abundante en plantas, es conocido por sus excelentes propiedades antimicrobianas y antioxidantes.
En el artículo publicado en la revista Food Chemistry, el equipo describe la síntesis y caracterización de la película conjugada CS-GA. Compararon su efectividad con las películas de quitosano tradicionales, evaluando la mejora que aporta el ácido gálico. Las pruebas se realizaron en mini bananas y tomates cherry almacenados.
Los resultados mostraron que la película desarrollada presenta una resistencia mecánica mejorada, protegiendo así los alimentos de posibles daños durante el transporte, así como propiedades antioxidantes superiores que contribuyen a prolongar su vida útil. Además, se observó una actividad antibacterial mejorada frente a dos tipos de bacterias, confirmando su eficacia contra múltiples especies microbianas y capacidades superiores de bloqueo UV para prevenir la descoloración y el daño por luz solar.
El profesor Park destaca que muchos consumidores están preocupados por los residuos de recubrimiento en las frutas. La facilidad de lavado de este conjugado lo convierte en una opción atractiva para estos consumidores. Asimismo, se registró una reducción significativa en la deshidratación, descoloración y pérdida de masa de las frutas almacenadas al aplicar el recubrimiento, lo que indica una prolongación de la frescura y la vida útil de los productos.
Este avance en tecnología verde podría desempeñar un papel crucial en la reducción del desperdicio de alimentos, contribuyendo a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, que buscan reducir a la mitad el desperdicio de alimentos para 2030. El profesor Park concluye que, aunque en el pasado la estrategia principal para abordar el problema del desperdicio alimentario se centraba en la recolección y eliminación de los restos de comida, su investigación sugiere que al mejorar las capacidades de conservación de los alimentos mediante enfoques ecológicos, se puede reducir significativamente el desperdicio que ocurre durante el proceso de distribución.
