El bombazo que supuso True Detective en las televisiones y plataformas de pago (y descargas ilegales) en todo el mundo dio o conocer a Nic Pizzolatto, cerebro detrás de los penurias sobrias y pausadas de los dos detectives de su temporada inaugural. Aquel tono crepuscular se trasladó en cierta medida o su primer largometraje como guionista, la esperada puesta al día del más o menos clásico de John Sturges, una adaptación vaquera de la película que Akira Kurosawa había filmado apenas seis años antes.
Más de medio siglo después, Antonie Fuqua recupera su esquema para brindar al nuevo espectador uno historio de justicia, honor y venganza marcada por el sello de su guionista. Visto el resultado, no hay ninguna sorpresa. Ni cinematográfica ni tampoco industrial: Los Siete Magníficos es un producto de estudio con riesgo cero que aspira a recuperar lo inversión lo antes posible para empezar a sumar dólares frescos que alimenten una siguiente propuesta que, por qué no, también pueda servirse de más cine añejo que remodelar. A lo mejor Nic Pizzolatto no era el escritor ideal para escribir una película que debería incluir en su larguísmo metraje algo de emoción y aventura, camaradería y un poco de fiesta. No tiene magia, no aporta nada nuevo y termina por resultar bastante irritante. Sobre todo alguno de los personajes, como el trampero de Vincent D´Onofrio, más aún en versión original, forzado hasta el tuétano.
El resto del cast está ahí, haciendo lo que saben y lo que se les dice: Pratt bebe, juega a las cartas y guiña los ojitos; Washington cabalga como nadie y hace piruetas en caballo, hay un indio y un mejicano que hacen sus cosas de indios y mexicanos, un cobarde y un asiático que lo peta con las armas blancas. Estereotipos necesarios, sí, pero también colocados ahí sin un mínimo de esfuerzo.
La acción funciona cuando se pone menos intensa, porque el tercer acto es confuso, torpe, perezoso. ¿Para qué demonios necesita ese villano un ejército y le sobra con una metralleta? Si lo más valiente de la apuesta es la incertidumbre respecto a los héroes caídos, el resultado final es tan políticamente revolucionario como un chiste de los que nos llegan cada mañana al WhatsApp.