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Siria aún huele a jazmín

In Opinión
diciembre 08, 2016

La guerra en Siria comienza un 15 de Marzo del 2011 al calor de las mal llamadas “primaveras árabes” y aprovechando un descontento generalizado en el país cómo consecuencia de las políticas económicas neoliberales, aplicadas en el 2005.

Desempleo y pocas perspectivas de futuro para la mayoría de los jóvenes, generó la situación perfecta para que organizaciones financiadas por países como Qatar o Arabia saudí -los Hermanos Musulmanes entre otras- comenzaran a ejercer influencia entre el sector más joven de la sociedad, sobre todo en las zonas rurales. El Partido comunista sirio – miembro del parlamento – había denunciado en numerosas ocasiones las nefastas consecuencias de esas políticas y como se corría el riesgo de utilizar el descontento de la población en contra de los intereses del país, en un contexto internacional que organizaba y apoyaba abiertamente las revueltas en el mundo árabe.

Las protestas de Dara’a e Idleb son respondidas rápidamente por manifestaciones masivas de apoyo al gobierno sirio y dejando claro la población civil – porque el objetivo era muy evidente desde el primer momento – que no se iba a permitir la injerencia extranjera en asuntos internos del país. Esa injerencia ha sido evidente. Los llamados “grupos rebeldes”, “oposición moderada” y todo tipo de eufemismos para no referirse a ellos como lo que son; terroristas – los mismos que actuaron en París o Niza, por ejemplo – han sido financiados y armados por occidente desde el minuto uno. Hillary Clinton reconoció en agosto del 2014, en una entrevista a una cadena estadounidense, que ellos – el gobierno de EEUU – había creado y financiado al ISIS y que el tema se les había ido de las manos.

También la guerra mediática se produce a nivel prácticamente global. El tan manido “Al Assad no es un santo” ha servido para lanzar durante casi seis años una campaña de desprestigio y demonización de un gobierno soberano. Enmascarar el imperialismo en falsas revoluciones populares ha sido tendencia estos últimos años y Siria no se iba a librar de ello. Incluso cuando el gobierno sirio – en su legítimo derecho – pide ayuda a Rusia, se intenta presentar como una provocación de esta a occidente, cuando – y la realidad lo ha demostrado – se trataba de la última esperanza de Siria para sobrevivir a este conflicto.

Poco o nada se ha hablado de la Siria anterior a la guerra. De su gobierno laico, de su respeto por las minorías, de su lucha titánica contra el sionismo israelí, de su alianza con el vecino Líbano, laico también, de su apoyo a la lucha del pueblo Palestino y en definitiva, de un pequeño país que se ha convertido en un problema para los planes expansionistas de Israel y Turquía y de occidente en último término.Tener una salida al Mediterráneo del petróleo iraquí a través de Siria es algo que se plantea desde la ocupación de Iraq, así cómo la división del territorio sirio para darle cabida a un “estado kurdo” y con ello que Turquía – miembro de la OTAN – se sacudiese el problema kurdo de encima.

Lejos queda ya la Siria con olor a jazmín, los dulces con sabor a pistacho y las risas de sus niños al ir a la escuela, pero a pesar del gran destrozo que han provocado en un país con una de las historias más ricas y antiguas del planeta, nos quedará por siempre la capacidad de todo un pueblo luchando contra el imperialismo, contra el fascismo que suponen las monarquías árabes y haciendo suya una de las frases del Che Guevara “seamos realistas y hagamos lo imposible”.

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Lola Soria es licenciada en historia, natural de Barcelona y residente en Almería. Ha trabajado como cooperante en Nicaragua y es miembro de la Comisión del Centenario de la Revolución Socialista de Octubre.

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