Hoy, hace 40 años, se cerraba una de las semanas más duras y trágicas de la Transición española. Manifestaciones, violencia, represión, el PCE y las CCOO aún ilegales, las cúpulas militares deseando dar el paso hacia la involución y, como trágico icono del momento, la matanza del despacho de Abogados laboralistas de Atocha. Con este escueto retrato creo que pocos son los que no pueden estar de acuerdo, independientemente de la interpretación que se le dé al periodo al que nos referimos.
Hoy, 40 años después de aquella semana trágica, nos gobierna el PP a pesar de uno de los mayores ciclos de movilizaciones que se conocen, de una crisis económica sin precedentes, después de una profunda crisis política, después de Barcenas y la Gürtel, después del 15M, después del nacimiento de Podemos, y lo hace con la tranquilidad de saber que si convocase elecciones mejoraría sustancialmente sus resultados y seguiría gobernando con tranquilidad. Creo que también estamos todos de acuerdo con esta imagen.
Coloco estas dos situaciones, paralelas, para mostrar mi cada día más normalizada sorpresa por las declaraciones del diputado Garzón, también Coordinador Federal de IU, y de su dirección más cercana. Unas declaraciones tendentes a reinterpretar la historia (con la excusa de la autocrítica) y a dibujar un estado actual de las cosas muy alejado de la triste realidad de 5 años de Rajoy en el Gobierno.
En el mundo paralelo donde habita el diputado Garzón y su equipo, la izquierda de esa semana de 1977 estaba domesticada por un señor apellidado Carrillo y los dirigentes del PCE y de las CCOO estaban pasteleando con la oligarquía las bases del neoliberalismo (lean un artículo del SG del PCE de CyL) que hoy precariza nuestras vidas y nos echa de nuestras casas. Por supuesto, el Ejército estaba plagado (como el portugués) de generales rojos y el ruido de sables era parte de una obra teatral dirigida por Gutierrez Mellado. Esta triste caricatura no dista mucho de los análisis frívolos que tenemos que escuchar o leer de dirigentes del PCE como un tal Ubieto (el eurocomunismo como base del neoliberalismo) o Álvaro Aguilera de Madrid (que aún se recupera del tremendo zasca que le dio el último superviviente con vida de Atocha 55).
También en ese mundo paralelo, el Coordinador de la autoproclamada nueva IU ve que el PP y la oligarquía están rendidos ante la unidad popular, que la gente pide una nueva Constitución , que IU está mejor que nunca y las calles están llenas por la campaña contra la precariedad que ha puesto en marcha una dirección desaparecida en los grandes medios, pero presente en el corazón del nuevo precariado gracias a los tweet de La Cueva y su ejército de gatetes. En lo que sí estoy de acuerdo con ellos es que el PSOE hasta ahora conocido (como toda la socialdemocracia europea) está en proceso de desaparición, otra cosa es que no veo una alternativa clara a la izquierda que nos libere del PP a medio plazo.
Porque esa es la triste y cruda realidad, la falta de una alternativa de izquierdas, seria y volcada en la prioridad de dar respuestas a una clase trabajadora agotada y desmovilizada tras décadas de neoliberalismo. Mientras tanto, los dirigentes de IU se dedican a decir un día que están contentos con que la gente los confunda con Podemos, para al día siguiente pedir respeto por unas siglas que para ellos son un fetiche. Una dirección que un día se declara neutral en el proceso de Vistalegre mientras que su máximo dirigente se vanagloria de dar ideas a una de las partes (la de Pablo Iglesias). Consecuencias claras de vivir en mundos paralelos.