Mientras los EEUU continúan sus amenazas contra el gobierno y el pueblo de Venezuela, alentando, financiando y armando a sus secuaces políticos locales de la MUD y demás socios en sus intentos golpistas, Luís Almagro, Secretario General de la OEA (Organización de Estados Americanos), sigue trabajando en la misma línea. Después de declarar pomposamente, al ser elegido en su cargo en 2014, que Venezuela era una dictadura, ahora se ha descuelga con que renuncia a su cargo si en Venezuela se restablece la democracia. Es preciso conocer, para valorar más estas palabras, que Luís Almagro estuvo próximo a los guerrilleros Tupamaros durante la dictadura militar, fue posteriormente ministro de Mujica y es uno de los típicos casos de biografía izquierdista con gran capacidad de cambiar de chaqueta cuando es necesario para defender sus intereses particulares. Hay muchos ejemplos como el de Luís Almagro y continuará habiéndolos. Además de este caso escandaloso, hay izquierdistas, muchos progres y ciertos intelectuales que adoptan una especie de neutralidad buscando un reparto de responsabilidades entre el presidente del gobierno y los golpistas y acusan al Presidente Maduro de defectos y errores políticos al no haber sabido o querido controlar la desestabilización social que ha conducido a la situación actual. Ni siquiera valoran que pese a posibles errores y defectos del proceso revolucionario venezolano, lo fundamental del mismo es la puesta en marcha de políticas sociales y educativas favorables a los trabajadores y a los más pobres, que ahora la derecha económica y política quiere liquidar. Igual que hacen la prensa oficial o las organizaciones del sistema tipo Amnistía Internacional, ni siquiera mencionan a la CIA como un instrumento ejecutivo de los planes de EEUU para liquidar la revolución bolivariana, como ha hecho y hace en todos los procesos revolucionarios o reformistas de América Latina, algo que incluso ex agentes de la CIA que tuvieron importantes responsabilidades en ella lo denuncian.
En el mismo sentido que denuncié en mi anterior artículo continúa la misma situación en prácticamente todo y los medios de propaganda siguen informando de la misma manera, sesgada y manipulada, a pesar de que en algunas cosas es más difícil por la contundencia de los hechos, por ejemplo en Siria, con las permanentes derrotas de los terroristas y el desenmascaramiento cada vez más claro de los “rebeldes” aliados de Occidente. Aquí también han quedado descubiertos los autores de la guerra de agresión, sus mercenarios y terroristas y todos los medios que han mentido desde el principio al fin, así como los políticos de todas las tribus, incluida la del izquierdismo “trotskista” y la progresía liberal que se han ensuciado la boca hablando de la revolución siria de forma idéntica a la empleada por Alba Rico, Olga Rodríguez o Leila Nachawati, por citar a unos pocos/as.
En España, fuera del ruido con la boca y la propaganda, poca cosa más: un Albert Rivera crecidísimo vanagloriándose de que todas las cosas, según él positivas, que se hacen, son debido a su capacidad de proponer, defender y pactar alternativas en el Congreso; un Rajoy, subido en una nube cada vez más alta y grande, alardeando a la gallega de sus grandes logros en economía y en la creación de puestos de trabajo, a pesar de que los datos tozudos indican que se crean muchos puestos de trabajo pero que la mayoría de ellos son precarios y de pésima calidad, por su escasa duración y por la degradación producida en los derechos laborales y sociales; un PSOE que se inventa día sí y día también geniales y milagrosas propuestas, tanto en políticas de izquierda que antes no supo hacer desde el gobierno, como en la definitiva solución al problema “catalán”; mientras los aventureros secesionistas en Catalunya continúan con una insensata provocación diaria que no presagia nada bueno, apoyados por el silencio de las mayorías o el respaldo, activo o pasivo, de los que en nombre de la izquierda se limitan a lamer las botas de los secesionistas, sin tener una verdadera y sólida argumentación y propuesta de izquierdas para dar un vuelco a la situación.
Ante el esbozo de panorama descrito, veo más necesario que nunca un sentido comunista moderno y sin complejos, que recogiendo lo más rico, creativo y combativo de la tradición comunista y de la izquierda sea capaz de abrir un proceso para un pacto de izquierdas y democrático que desenmascare a los disfrazados y defienda sin concesiones un programa político centrado en la defensa de los derechos laborales y sociales de los trabajadores/as, en la lucha a fondo contra la corrupción y contra las leyes que la permiten, que culmine la España de las autonomías en una España federal, en un horizonte republicano con perspectiva socialista, en la defensa de la paz y contra las guerras.