En ocasiones, cuando una persona vaga por las calles de una ciudad, ya sea la suya propia u otra que haya decidido visitar, suele fijar su atención en las fachadas de los edificios. Y es que, al observar las fachadas de los edificios de una ciudad uno puede hacerse una idea acertada o no, de cuán importante es para la ciudad la imagen que proyecta. “Las fachadas descuidadas dan a las ciudades una imagen de suciedad y dejadez que será transmitida de boca a boca. Y como sabemos, una de las mayores fuentes de ingresos de nuestro país es el turismo, de ahí la importancia de cuidar estos detalles” comentan desde Pulimpser.
La importancia que los gobiernos atribuyen a la imagen proyectada en el exterior es tal, que en España son varias las comunidades que subvencionan la limpieza y rehabilitación de las fachadas. Mostrar la mejor cara, es sinónimo de recibir más turistas, lo cual es muy positivo para la economía.
Pero, como todo el mundo sabe, poner de acuerdo a una comunidad entera de vecinos para que realice una limpieza de la fachada no es tarea sencilla. Y si lograr el acuerdo ya es complicado, optar por uno u otro método de los múltiples que existen en la actualidad para acometer esta tarea, ya se convierte casi en un imposible.
Los profesionales de Pulimpser, lo tienen claro, y se decantan por la limpieza de fachadas con chorro de arena, una técnica pensada para devolver a las fachadas de los edificios todo el esplendor con el que lucían los primeros días y que el paso del tiempo ha ido apagando debido a la acumulación de suciedad.
Pero, ¿por qué decantarse por este método?
La principal ventaja que presenta este método frente a sus más cercanos competidores es que tras esta limpieza la superficie queda preparada para la aplicación de otro material en caso de que fuese necesario. El resultado es una superficie rugosa apta para la correcta adherencia de los materiales más exigentes.
A la anterior, debemos sumar otra, y es que la limpieza por chorro de arena permite eliminar eficazmente y sin esfuerzo las indeseadas huellas que los grafiteros se empeñan en dejar en trenes, mobiliario urbano y por desgracia también en las fachadas de los edificios de viviendas.