La política debe sustituir plenamente a la actual retórica predominante, no solo aquí, sino en general. Frente a la politiquería de cambios abstractos, sobre todo en las campañas electorales, que luego no tienen ninguna traducción en la realidad y llenan los cestos de papeles de las promesas incumplidas, se debe recuperar o imponer el carácter democrático y transformador de la política en su sentido social y cultural profundo, frente a la burocratización cada vez más acusada y coincidente del contenido del debate entre ideologías teóricamente diferentes y enfrentadas. Ideologías que en la práctica defienden un mismo modelo de sociedad, aunque unos y otros se acusen de conservadores y, a veces, hasta de reaccionarios o fascistas, por un lado, o de estalinistas, inmorales y destructores de la sociedad, por el otro. En consecuencia con lo dicho, solo la concisión en análisis y prácticas políticas honestas, basadas en las alternativas y propuestas que defiende cada organización politica, dará resultados positivos valorables. En lo que atañe a los que nos consideramos comunistas, o socialistas y gentes de izquierda en ejercicio, no veo yo otra forma de actuar si queremos aplicar en la práctica lo que defendemos en los papeles y en los discursos, ser capaces de derrotar en lo concreto a las derechas en la perspectiva de que permanezcan permanentamente en la oposición y se puedan realizar políticas gradualmente más sociales al servicio de la juventud, de los trabajadores y de los sectores populares.
Y para avanzar en esa línea, no hay otro camino que ir, o volver, si consideramos que alguna vez hemos estado en ellas, a las fuentes del conocimiento que nos orientan e indican la via: en economía y sistemas productivos, en el capital como poseedor de la riqueza creada, en el trabajo y su organización en condiciones de explotación y precarización; en el desarrollo y mejora de los servicios públicos y derechos sociales, especialmente en salud, educación y vivienda; en las libertades, en la solidaridad internacionalista de trabajadores y pueblos, en la lucha contra las guerras imperiales y de dominio y en la defensa de la paz como un bien común. En resumen, una España más justa y solidaria, unida en la diversidad y que mande al desván de la historia del siglo XIX, como mínimo, a los nuevos caciquismos que se levantan y quieren imponer a partir de historietas sobre identidades singulares, que liquidan, o quieren liquidar, la unidad e internacionalismo de la clase trabajadora y su perspectiva de emancipación social.
Y como del sistema económico que se impone emana la organización de toda la sociedad, en cada nación y en general, pongo al marxismo y a Karl Marx en el centro del núcleo de pensamiento y práctica revolucionaria, de cambio económico y de transformación de las actuales relaciones de poder y división social, en prácticas de colaboración por un objetivo colectivo.
En primer lugar, se trata de entender qué y cómo produce el sistema dominante y enfocar una alternativa al mismo ya que este ha dado de si toda su utilidad práctica en el desarrollo de las fuerzas productivas y queda todo lo malo y negativo de un sistema fundamentado sobre la explotación en busca del máximo beneficio en el menor tiempo posible, sean cuáles sean los problemas o desastres humanos, sociales o de destrucción ambiental que produzcan. ¿Qué hacer y cómo hacerlo? Volviendo al marxismo, conocer y divulgar el pensamiento y la acción no como algo de minorías para salvar a la «mayoría indefensa», sino con el horizonte de que la humanidad es un destino común, y por ello el capitalismo, incluso cuando crece y obtiene grandes beneficios, no solo no es la solución ya que establece aún más diferencias sociales, sino que las soluciones solo pueden venir de un desarrollo productivo global basado en la producción necesaria y controlada para el bienestar común, en beneficio de todos. Todo esto no es nada nuevo, es viejo, se conoce y se ha defendido durante un largo período de lucha en defensa de los intereses obreros y populares por los representantes de la izquierda, llegándose progresivamente a la deriva cultural y a la pérdida del sentido revolucionario, o transformador, aceptándose en la práctica el pensamiento, el lenguaje y el tipo de sociedad de los que, por las políticas que imponen, son enemigos de la humanidad como colectivo humano. En consecuencia, el marxismo en sus orígenes, lo que elaboró Karl Marx en sus estudios, análisis y teorías sobre la realidad económica y social más concreta y pegada al terreno del conocimiento, purgado de las excrecencias librescas, burocráticas, dogmáticas y oportunistas posteriores, es el método más válido y útil para avanzar hacia una nueva sociedad basada en:
a.- No al beneficio privado, sino a la producción útil.
b.- Reducir las desigualdades en general y evitar que crezcan.
c.- Enseñar que las necesidades colectivas y personales forman un todo que cimienta y construye la relación común.
Conclusión: leer, conocer, aprender, aplicar. Conocimiento, organización, compromiso y voluntad de llegar hasta las últimas consecuencias en la construcción de una sociedad socialista, sin la cual no hay alternativa civilizada para la humanidad.