Tras los últimos ataques a obras de arte en los principales museos internacionales como reivindicación, la figura de los restauradores está siendo clave.
Si hasta hace poco era una figura casi invisible dentro de los museos, hoy en día está más en auge que nunca dada la necesidad de sus conocimientos para salvar las obras de arte de ataques como los sufridos y, sobre todo, dan visibilidad a todo un trabajo constante en los principales museos.
Pero, ¿quiénes son los restauradores y pintores que se encargan de este tipo de trabajo?
Por norma general, para poder llegar a ser restaurador de arte es necesario haber pasado por la formación en Bellas Artes, una titulación que no solo avala la destreza con lápices y pinceles sino los conocimientos de las técnicas de toda la historia del arte.
“Una restauración necesita de profesionales capaces de adaptar las necesidades de cada obra a las técnicas usadas por sus autores originales. Aunque la modernidad ha traído fórmulas y tecnologías que permiten diagnósticos más certeros, nada como imitar los métodos de los verdaderos firmantes” explican desde el gremio.
Y es que, para llegar a eso es necesario formarse y, sobre todo, practicar. Hoy en día muchos empiezan siendo copistas, por ejemplo, en el Museo del Prado. De hecho, desde su apertura, son las visitas más habituales al museo, teniendo en sus filas nombres como Picasso o el romántico Federico Madrazo.
Son esos artistas que, lienzo en blanco, se presentan delante de la obra para replicarla y con la autorización de la pinacoteca por su calidad. “Es un trabajo de humildad porque copiar a un maestro es enfrentarse a su genio y personalidad olvidándote de gustos o técnicas propias o preferidas. Es aprender como si de una master class se tratara, desde el respeto y, sobre todo, la admiración” explica Ana Gulias, copista autorizada – de los 16 existentes – en el Museo del Prado.
Es hacer, en definitiva, del oficio su modo de vida para luego lanzarse a su creación propia y original, influenciada sin duda por todos esos maestros que están expuestos en una de las pinacotecas con mayor calidad de obras del mundo.
Y Gulias lo ha hecho con un estilo propio que pinta también el marco como si de un trampantojo se tratara, incorporándose al lienzo como pincelada en vez de como ente independiente, copiando así la imagen del original hasta en eso. “Son piezas que acaban en manos de coleccionistas muy exigentes que buscan tener en sus paredes una réplica absoluta de los originales. Pintando el marco aporto un valor añadido porque no habría forma de replicar exacto el marco elegido por los museos” explica.