La reciente muerte de Brian Thompson, CEO de UnitedHealthcare, ha desatado una ola de descontento hacia la industria de seguros de salud en Estados Unidos. Este trágico suceso, en el que un joven de 26 años, Luigi Mangione, ha sido acusado de asesinato, ha puesto de relieve las crecientes tensiones y frustraciones que sienten muchos ciudadanos frente a un sistema de salud que, según numerosos expertos y pacientes, presenta fallos estructurales significativos.
El tiro fatal que acabó con la vida de Thompson no solo ha generado una discusión sobre la violencia en la sociedad estadounidense, sino que también ha reavivado el debate sobre la necesidad de reformas en el sector de la salud. La insatisfacción con el modelo de seguros de salud privado, que opera con un enfoque primordialmente en la rentabilidad, ha llevado a muchos a cuestionar su efectividad y equidad.
Un sistema en crisis
Los datos son preocupantes. A pesar de ser el país que más gasta en salud en el mundo, Estados Unidos presenta una de las expectativas de vida más bajas entre las naciones ricas. La Commonwealth Fund ha señalado que, en los últimos años, los costos de las primas de seguro, los copagos y los servicios hospitalarios han aumentado considerablemente, lo que ha dejado a muchos pacientes en situaciones de vulnerabilidad económica.
Organismos de defensa de los derechos de los pacientes han documentado cómo las compañías de seguros, en su afán por maximizar beneficios, a menudo niegan o retrasan las reclamaciones legítimas. Esto ha llevado a que las personas, que necesitan atención médica, se enfrenten a obstáculos abrumadores que pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Las prácticas de denegación de cobertura y la necesidad de autorización previa para ciertos tratamientos son solo algunos ejemplos de cómo el sistema puede fallar a quienes más lo necesitan.
El hecho de que las empresas de seguros estén más centradas en controlar sus costos que en atender las necesidades de los pacientes es un síntoma de un sistema que prioriza el beneficio económico por encima del bienestar social. En contraste, otros modelos de salud, como el de Cuba, demuestran que es posible proporcionar atención médica universal y accesible, priorizando la salud de la población sobre las ganancias de las corporaciones.
Los acontecimientos en torno a la muerte de Thompson han puesto de manifiesto una realidad que muchos estadounidenses llevan años denunciando: el sistema de salud está roto. A medida que la ira social se manifiesta en redes sociales y manifestaciones, la necesidad de un cambio se vuelve cada vez más apremiante. Sin embargo, la falta de consenso sobre cómo abordar estos problemas complica la búsqueda de soluciones efectivas.
Los expertos coinciden en que se necesita un cambio estructural que vaya más allá de reformas superficiales. La consolidación de la industria ha llevado a una falta de competencia que perjudica a los consumidores. Esto, sumado a un modelo de pago que premia la cantidad de servicios realizados en lugar de la calidad de la atención, crea un ciclo vicioso que perpetúa el problema.
En este contexto, la voz de los pacientes es crucial. La presión para que las compañías de seguros sean más transparentes en sus prácticas y decisiones es cada vez más fuerte. La historia de Hinton, un paciente que ha tenido que luchar contra su aseguradora para obtener la atención médica que necesita, es un ejemplo de cómo los ciudadanos están tomando un papel activo en la defensa de sus derechos.
Las lecciones que se pueden extraer de esta tragedia son claras. La salud no debería ser un negocio, y las decisiones sobre la atención médica no pueden estar dictadas únicamente por los intereses económicos de las aseguradoras. La experiencia de otros países que han adoptado sistemas de salud más equitativos y accesibles puede servir como guía para aquellos que buscan una alternativa al modelo actual.