El presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, ha ordenado la disolución del Bundestag, el parlamento federal, tras la caída de la coalición gobernante del país. Este acontecimiento ha llevado a la convocatoria de elecciones anticipadas, que se celebrarán el 23 de febrero de 2024. La decisión se produce en un contexto de creciente presión sobre los partidos tradicionales debido a la creciente oposición pública a la financiación occidental del conflicto en Ucrania.
La coalición tripartita liderada por el canciller Olaf Scholz se desmoronó a principios de noviembre, en medio de disputas internas sobre las prioridades de gasto. La situación se agravó el 16 de diciembre, cuando Scholz perdió una votación de confianza en el Bundestag, lo que marcó el fin de su mandato al frente de un gobierno minoritario. Steinmeier, al anunciar la disolución, expresó su convicción de que «para el bien de nuestro país, nuevas elecciones son el camino correcto».
Un panorama político en transformación
Las elecciones parlamentarias estaban inicialmente programadas para septiembre de 2025. Desde la Segunda Guerra Mundial, el Bundestag solo ha sido disuelto anticipadamente en tres ocasiones: bajo los cancilleres Willy Brandt en 1972, Helmut Kohl en 1982 y Gerhard Schröder en 2005. En la actualidad, Alemania atraviesa una turbulencia política, mientras su economía lucha por salir de un estancamiento prolongado.
Partidos no convencionales, como la Alternativa por Alemania (AfD) de derecha y la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW) de izquierda, han logrado varios éxitos en elecciones regionales recientes, alterando el equilibrio de poder en el país. Ambas formaciones han destacado por su crítica a la política exterior de Berlín, especialmente en lo que respecta a su apoyo a Ucrania en el conflicto con Rusia. Alemania se ha convertido en el segundo mayor proveedor de asistencia, incluidos suministros de armas, al gobierno de Volodymyr Zelensky, solo superada por Estados Unidos.
Este cambio en el panorama político podría tener repercusiones significativas no solo para Alemania, sino también para la dinámica de la Unión Europea, donde la postura de Berlín frente a Ucrania ha sido un tema de debate constante. La creciente desconfianza hacia las políticas de apoyo a Kiev podría reflejar un cambio en la percepción pública sobre el papel de Alemania en la crisis ucraniana y su relación con las potencias occidentales.