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Incidentes recientes de desechos espaciales evidencian riesgos asociados a los lanzamientos
Un considerable fragmento del cono de nariz de un cohete de Blue Origin apareció en la costa de una isla de las Bahamas, cerca de un destino turístico. En Europa, escombros incandescentes de un vehículo de lanzamiento de SpaceX surcaron el cielo alemán, y lo que parece ser un tanque de combustible pudo haber aterrizado en una propiedad de una empresa en Polonia. Estos eventos, que se produjeron en una misma semana, ponen de manifiesto la creciente preocupación sobre los desechos espaciales y su impacto en las áreas pobladas.
Los incidentes mencionados no están relacionados con la explosión del cohete Starship de SpaceX durante un vuelo de prueba en enero, que generó la caída de escombros en la zona de las Islas Turcas y Caicos, donde los residentes aún luchan por limpiar las playas y vías afectadas. Este último suceso ha suscitado cuestionamientos sobre las normas de seguridad para los vuelos de prueba de vehículos de lanzamiento no probados que sobrevolan zonas densamente pobladas. Las recientes caídas de escombros en las Bahamas y Europa subrayan cómo los exitosos lanzamientos de cohetes pueden dejar su huella en la Tierra, aumentando la probabilidad de que los desechos espaciales regresen a áreas habitadas.
Según la Agencia Espacial Europea, los desechos caen a nuestro planeta desde el espacio de manera constante, aunque la mayoría se desintegra en la atmósfera terrestre a miles de kilómetros por hora. Se estima que satélites y partes de cohetes de tamaño moderado reingresan casi a diario, mientras que los objetos de desecho espacial más pequeños lo hacen con mayor frecuencia. El fragmento del cohete de SpaceX que cruzó los cielos europeos esta semana fue un caso excepcional, derivado de la segunda etapa de un cohete Falcon 9 que realizó una misión rutinaria. Aunque la misión principal para entregar satélites a la red Starlink fue exitosa, la etapa superior del cohete no completó un descenso controlado en medio del océano, lo que condujo a su reentrada descontrolada en la atmósfera.
El trozo de cohete de Blue Origin que llegó a las Bahamas no es un indicativo de un lanzamiento fallido. Se trata de un gran fragmento del cono de nariz del cohete New Glenn, que fue desprendido de manera prevista durante su vuelo inaugural. Este cono está diseñado para proteger los satélites durante el lanzamiento y se separa del vehículo una vez alcanza el espacio. A diferencia de SpaceX, que intenta recuperar las piezas del cono de carga durante su caída, el diseño de Blue Origin prevé que este componente se deshaga en el océano. La situación se complicó cuando una de estas piezas fue arrastrada por las corrientes marinas hasta las costas de las Bahamas, generando interés y preocupación entre los residentes locales.
La confirmación oficial por parte de Blue Origin de que los restos del cono de carga llegaron a la costa resalta la necesidad de una mejor gestión de los desechos espaciales. A pesar de los riesgos asociados, las agencias espaciales y los reguladores aseguran que la probabilidad de que los desechos espaciales causen daños en áreas pobladas es extremadamente baja, con un riesgo anual de lesión inferior a 1 en 100 mil millones. Esto contrasta con otras situaciones de riesgo más comunes, como ser alcanzado por un rayo. Sin embargo, la creciente frecuencia de lanzamientos espaciales plantea importantes preguntas sobre la seguridad y la gestión de los escombros generados en la atmósfera terrestre.