
Un reciente estudio internacional liderado por la Universidad de Zúrich ha revelado que el éxito no se basa únicamente en el talento, el esfuerzo o la suerte, sino que está profundamente influenciado por fuerzas sociales ocultas. Este análisis, que revisa más de 200 estudios académicos, pone en duda intuiciones comunes sobre cómo estas fuerzas determinan el éxito, y desafía suposiciones arraigadas. La investigación se ha publicado en la revista Nature Communications.
Redefiniendo el concepto de éxito
Los hallazgos de este estudio tienen importantes implicaciones para políticas, educación y carreras profesionales. Los autores sugieren que una comprensión más profunda del éxito podría contribuir a la creación de sistemas sociales en los que el éxito refleje mejor la calidad, el talento y los valores de la sociedad, garantizando que todos tengan oportunidades equitativas para prosperar, independientemente de su origen.
Entre los datos más sorprendentes, se destaca que el fracaso, frecuentemente visto como un obstáculo en la carrera profesional, puede ser un indicador de éxito futuro. Investigaciones han mostrado que los científicos que enfrentan fracasos tempranos en la obtención de financiación para sus investigaciones tienden a generar trabajos innovadores posteriormente, superando a aquellos que logran el éxito inmediato.
En el ámbito del emprendimiento, se ha encontrado que quienes fracasan rápidamente son más propensos a aprender de sus errores y a construir empresas exitosas. Este hallazgo resalta la necesidad de reconsiderar cómo los sistemas actuales premian el éxito temprano, perpetuando desigualdades y limitando oportunidades, en lugar de identificar y nutrir talentos a través de las experiencias de fracaso.
Asimismo, el estudio cuestiona creencias comunes sobre el papel de las redes sociales en el éxito de productos, carreras individuales y equipos que enfrentan desafíos complejos. Se suele pensar que el respaldo de una celebridad es la mejor estrategia para popularizar un producto, sin embargo, se ha demostrado que convencer a un pequeño grupo de individuos influyentes, conectados a diversas comunidades sociales, es mucho más efectivo para lograr la adopción masiva. Estas personas, aunque no sean famosas, ocupan posiciones en redes sociales que les otorgan una influencia considerable.
Las redes también afectan las trayectorias profesionales. Investigaciones han mostrado que diferentes tipos de conexiones sociales pueden ayudar a las personas a tener éxito de diversas maneras. Las relaciones débiles, como conocidos lejanos, pueden abrir puertas a nuevas oportunidades laborales y a ideas novedosas, mientras que los vínculos fuertes, como colegas cercanos o mentores, son más útiles para el aprendizaje de habilidades complejas y el apoyo. Sin embargo, un experimento a gran escala realizado con buscadores de empleo en LinkedIn reveló que las mejores oportunidades laborales a menudo provienen de conexiones moderadamente débiles, es decir, no de los colaboradores más cercanos, pero tampoco de completos desconocidos.
La investigación también señala que el acceso a conexiones sociales beneficiosas no está distribuido de manera equitativa. Un análisis del sector cinematográfico estadounidense indica que hombres y mujeres se benefician de diferentes maneras de las conexiones sociales, y que las mujeres a menudo carecen de acceso a contactos clave, lo que perpetúa barreras estructurales que limitan su reconocimiento y oportunidades de avance en sus carreras.
Los investigadores enfatizan que futuras investigaciones deben explorar cómo factores culturales, la desigualdad, las intervenciones y los algoritmos impactan en el éxito. En un contexto en el que se debate si vivimos en sociedades meritocráticas, los sesgos identificados en la literatura desafían la noción de que el éxito, el estatus y las recompensas son únicamente el resultado de la habilidad individual y el esfuerzo personal.
La buena noticia es que entender científicamente las dinámicas colectivas que subyacen al éxito puede ayudar a mapear las fuerzas sociales que lo determinan, lo que puede ser útil para que los responsables de políticas y organizaciones diseñen sociedades más prósperas, meritocráticas e inclusivas. El objetivo no debe ser optimizar los métricas de éxito existentes, sino construir mejores sistemas sociales.