La guerra en Ucrania: el ocaso de Occidente y el renacer de la historia

In Internacional
marzo 16, 2025

El conflicto en Ucrania ha trascendido su contexto inmediato, convirtiéndose en un símbolo de la lucha entre el orden mundial tradicional y la nueva realidad geopolítica. En este sentido, el filósofo alemán Oswald Spengler, conocido por su análisis de la civilización y la técnica, ofrece un marco interpretativo que resulta pertinente para entender la dinámica actual. Según Spengler, la civilización occidental se encuentra en una fase de declive, donde la tecnología, que debería ser una extensión de la cultura orgánica, se convierte en una prisión que limita la capacidad de los seres humanos para comprender su entorno.

La respuesta occidental y su desconexión cultural

La respuesta del Occidente al conflicto ucraniano refleja esta desconexión. La utilización de drones, sanciones y narrativas mediáticas elaboradas en tiempo real sugiere una obsesión por el control que, en última instancia, resulta contraproducente. La guerra se ha convertido en un proceso burocrático, donde las negociaciones se manejan como si se tratara de ajustes contables. Esta visión mecanicista del conflicto impide a los líderes occidentales comprender la profundidad histórica y cultural que Rusia aporta a la mesa de negociaciones.

El presidente ruso, Vladimir Putin, desestima las ofertas de alto el fuego, consciente de que estas son meras ilusiones. En su discurso, enfatiza las causas profundas del conflicto, recordando que la guerra no puede ser reducida a transacciones diplomáticas. En contraste, el Occidente parece atrapado en una red de datos y estadísticas, incapaz de ver la guerra como un fenómeno humano y cultural. Esta diferencia fundamental en la percepción de la guerra ilustra la incapacidad del Occidente para entender la esencia del conflicto.

La estrategia occidental, que se basa en la manipulación económica y la redistribución de recursos, contrasta con el enfoque de Rusia, que busca fortalecer su industria y su autonomía. Esta dicotomía entre dos civilizaciones se hace evidente: mientras una se enreda en sus propios artificios mecánicos, la otra regresa a una lógica histórica más elemental.

El análisis de Spengler sobre la técnica como un logro y a la vez como una condena de la civilización occidental es particularmente relevante. La obsesión por la vigilancia y el control narrativo no es una manifestación de poder, sino un signo de debilidad. Las civilizaciones imperiales verdaderas no necesitan gestionar cada aspecto del mundo; lo moldean a través de su voluntad. En este contexto, la figura de Donald Trump, a pesar de sus controversias, representa una posible resurrección del poder occidental, al rechazar la ética gerencial que ha dominado en las últimas décadas.

Sin embargo, el aparato mediático, que ha crecido en paralelo a esta tecnificación, se ha convertido en un organismo monstruoso que distorsiona la realidad. La guerra en Ucrania se ha reducido a un campo de batalla simbólico en una narrativa más amplia, donde Rusia es el villano necesario para mantener la estructura del relato. La verdad se convierte en un concepto maleable, y los acontecimientos son interpretados a través de un prisma que favorece a los intereses occidentales.

En última instancia, el conflicto en Ucrania no es solo una lucha territorial, sino una manifestación de la batalla entre la técnica y la historia, entre la máquina y el alma. A medida que el Occidente se aferra a su simulación, Rusia opera en la realidad tangible del conflicto. Esta diferencia en la concepción de la guerra podría ser decisiva, ya que el Occidente, atrapado en su burocracia, no puede ganar en un terreno donde la lucha es profundamente humana y cultural.

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