La nueva producción de Harmony Korine, titulada Baby Invasion, ha lanzado un nuevo capítulo en su controvertida carrera cinematográfica. Esta película, que se presenta como un experimento multimedia a través de su compañía EDGLRD, ha sido recibida con críticas abrumadoramente negativas, con muchos señalando su falta de contenido y profundidad. Estrenada en línea tras su premiere en el Festival de Cine de Venecia del año pasado, Baby Invasion se describe como una experiencia audiovisual que se aleja de las convenciones del cine tradicional.
El filme se centra en un juego de disparos en primera persona que, según una desarrolladora dentro de la narrativa, fue diseñado para sumergir al jugador en una experiencia tan realista que las fronteras entre el juego y la vida real se desdibujan. Sin embargo, el juego es hackeado y termina en la dark web, donde los jugadores comienzan a replicar la violencia del videojuego en el mundo real. Esta premisa, aunque intrigante, se convierte rápidamente en una serie de imágenes repetitivas y monótonas que carecen de un hilo narrativo coherente.
La crítica ha sido contundente al calificar Baby Invasion como un producto vacío y provocador, carente de la inteligencia necesaria para abordar temas complejos como la intersección entre la cultura de los videojuegos y la realidad social. A pesar de las intenciones de Korine de desafiar las normas cinematográficas y explorar el concepto de «post-cinema», el resultado final ha dejado a muchos espectadores confundidos y decepcionados.
El uso de una banda sonora estridente y la superposición de comentarios de usuarios durante las escenas ha sido señalado como un intento fallido de crear una atmósfera inmersiva, que en lugar de atraer al público, lo aleja aún más. La falta de una narrativa sólida y el abuso de elementos visuales caóticos han llevado a que la película sea considerada más como una instalación artística fallida que como un filme convencional.
A pesar de los intentos de Korine de innovar, Baby Invasion parece ser un reflejo de una carrera que se ha desviado hacia el provocador y lo superficial, dejando a los críticos preguntándose si el director realmente tiene algo significativo que aportar en esta nueva era del cine. La obra, que se presenta como un comentario sobre la cultura contemporánea, se ha visto atrapada en su propio juego de superficialidad, lo que podría hacer que tanto los aficionados al cine como los críticos se cuestionen el verdadero valor de esta experiencia cinematográfica.
