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Hollywood: Repulsión

In Opinión
noviembre 02, 2017

En Repulsión (1965), Catherine Deneuve interpretó a una joven manicurista marcada por su patológica aversión hacia el sexo y los hombres. Junto con La Semilla del Diablo (1968) y El Inquilino (1976), Repulsión forma parte de la conocido como “trilogía del apartamento”, en las que es entre las paredes de un apartamento urbano donde los personajes protagonistas descienden a la locura y el horror. En el caso de Carol, la joven manicurista, es en un piso de Londres donde se desarrollan sus delirios esquizofrénicos, en los que cree ser brutalmente violada. La virtud de esta película es que no se trata de una simple exposición de la locura, sino que su objetivo es transmitir el estado mental de repulsión que sufre la enloquecida protagonista. Algo parecido a los delirios de transformación física de la bailarina interpretada por Natalie Portman en Cisne Negro (2011), pero mucho más horripilante y perverso.

Uno de los momentos más definitorios del film es aquel en que Carol transita por el pasillo de cuyas paredes salen brazos y manos, que la agarran y la tocan de forma violenta y obscena. Habiéndonos sumergido en el estado paranoico y de locura de la protagonista, la escena sin duda produce repulsión, y experimentamos de alguna forma la tortura psicológica que sufre ella. Podría parecer que una película que sabe provocar magistralmente la sensación de repulsión, asco y miedo hacía lo sexual fuera obra de una personalidad que conoce bien esta sensación. Y puede que así sea, pero quizás no por ser víctima de ella. El director de Repulsión y de la trilogía del apartamento es Roman Polanski. Este afamado cineasta acumula ya cuatro acusaciones de violación por parte de cuatro mujeres que dicen haber sido violadas por él, en todos los casos cuando tenían 16 años o menos. A la luz de esto, parece que en Repulsión el autor de la obra no se encuentra detrás de la atormentada protagonista, sino de las manos que salen de las paredes que ella imagina. Huelga decir que Polanski no ha sido juzgado ni condenado, y de hecho es actualmente un prófugo de la ley estadounidense.

Precisamente Hollywood, la industria cinematográfica estadounidense, se ha visto sacudida las últimas semanas por multitud de acusaciones de violación, muchas de ellas a menores, por parte de actores, cineastas y productores. 40 actrices de Hollywood y otras mujeres han acusado recientemente al productor Harvey Weinstein (Miramax) de acoso, abusos sexuales y violación. El caso ha hecho que el actor y cineasta Woody Allen expresara la tristeza y el temor a que empiece una caza de brujas en Hollywood. No es raro que la tema teniendo en cuenta que Allen ha sido acusado de abusos sexuales por parte de su hija adoptiva. El cineasta Quentin Tarantino ha dicho que era bien conocida la actividad sexualmente delictiva de Weinstein, que ha producido algunas de sus películas. Recientemente se han sumado a la cada vez más larga lista de acusados los actores Kevin Spacey y Dustin Hoffman, el director Brett Ratner y el productor televisivo Roy Price.  

Pero si bien en estos días el debate ha vuelto a las portadas, no se trata de nada nuevo. En 2012 el actor Corey Feldman, que fue un niño de Hollywood, declaró en una entrevista que creció rodeado de hombres que le rondaban como buitres, ampliando las acusaciones a managers y directores de casting. Elijah Wood, otro actor que empezó muy joven en la industria cinematográfica, también habló en una entrevista de hace unos meses sobre la pedofilia en Hollywood, diciendo que conocía de cerca varios casos de abuso infantil, y denunció la impunidad de la que gozan los poderosos magnates del cine en relación a los crímenes sexuales.

Wood señalaba acertadamente la cuestión del poder. Hollywood es una industria con mucho poder, no sólo por su volumen de negocio, también por ser la maquinaria propagandística de EEUU, que domina la práctica totalidad de los contenidos audiovisuales que vemos, y con cuyas películas hemos crecido y descubierto el gusto por el séptimo arte. La fábrica de los sueños es el anhelado destino de cualquiera que quiera dedicarse a algún aspecto de la industria audiovisual. Jóvenes actores y actrices de todo el mundo aspiran a ser las nuevas caras de Hollywood. Para conseguirlo hay que llamar la atención de los magnates que dirigen el negocio, hombres con poder, dinero y prestigio que pueden lanzar tu carrera como interprete, o hundirla para siempre. Aquí empieza una peligrosa relación de poder que pone a muchas personas a meced de estos poderosos magnates. El resto ya se lo pueden imaginar.

Hace poco frivolizábamos con un querido amigo diciendo que cada vez es más difícil ver una película de Hollywood en la que no haya participado un actor, director o productor acusado de abuso sexual o violación de mujeres y menores. Y es que para repulsión, la que da pensar que la industria cultural y del entretenimiento de la que formamos parte como público está en manos de pedófilos y violadores ricos, hombres con un enorme prestigio social, el cual les otorgamos por haber hecho buenas películas, u obras maestras del cine. Como sociedad, esto nos plantea un buen número de dilemas éticos en torno a la responsabilidad colectiva para con las personas que sufren violencia sexual dentro de la industria audiovisual de la que disfrutamos. Y es fácil prever que la tensión causada por estos dilemas permanecerá en el futuro.

Cada vez son más las voces que se atreven a denunciar lo ocurrido y convenientemente ocultado durante décadas. Ésta no es una buena publicidad para la industria cinematográfica estadounidense, una efectiva herramienta política de una de las mayores potencias mundiales. Veremos cuales son las consecuencias a largo plazo de esta crisis que atraviesa el cada vez más repulsivo Hollywood, que da la imagen de ser como el pasillo del apartamento de Catherine Deneuve en la película de Polanski. Pero uno de bien real, no el producto de una mente perturbada. No deja de ser irónico, por cierto, que un cineasta acusado de varias violaciones hiciera una película planteando la repulsión y el miedo a ser violada como el delirio de una mujer desequilibrada que odia el sexo. Puede que se trate de cómo ve él a sus víctimas, como unas locas.

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Marina Pibernat Vila, nacida en Girona en 1986. Estudió historia y antropología sociocultural. Feminista y comunista. Actualmente es miembro de la Comisión del Centenario de la Revolución Socialista de Octubre.

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