Una de las enfermedades más temidas definitivamente es el cáncer, pues al padecerlo se pasan por momentos muy duros que pueden culminar en la muerte. El cáncer linfático es uno de los más peligrosos, sin embargo, con un buen tratamiento es posible vencerlo.
El cáncer es una enfermedad que puede afectar a personas de todas las edades. Una serie de células cancerígenas crean tumores en una parte del cuerpo específica, los cuales a su vez pueden infectar otros tejidos. Por múltiples factores, entre éstos, no aplicar el tratamiento adecuado a tiempo, esta enfermedad puede acabar con la vida de los pacientes que la sufren. Uno de los más peligrosos es el cáncer linfático, del cual se estima según cifras de la Red Española de Registros de Cáncer, que lo padecen al menos unas 16.000 personas en el país.
El cáncer causa el 13% de todas las muertes del mundo, de acuerdo a un estudio de la Sociedad Americana Contra el Cáncer, esto sería 163,5 fallecimientos por cada 100.000 personas.
Hay ciertas medidas que se pueden aplicar para prevenir el cáncer, como una alimentación saludable, cuidar el peso, y no fumar, ni beber. De esta manera, se pueden reducir un poco las probabilidades de padecerlo, sin embargo, aún así puede generarse en personas completamente sanas. Es por esta razón que esta enfermedad es tan temida por todos.
Un diagnóstico temprano es vital
Existen muchas variantes de esta enfermedad, una de las más peligrosas es el cáncer linfático, como se ha mencionado al inicio, pues ataca al tejido linfático, que está formado por células defensivas en la sangre y una serie de órganos linfoides. Es importante conocer sobre este tipo de cáncer, pues detectar los síntomas puede llevar a un diagnóstico temprano y actuar lo más antes posible puede llegar a ser esencial para poder vencer la enfermedad.
El cáncer linfático se divide en dos tipos: linfoma y leucemia. El primero afecta a los órganos linfoides, tales como los ganglios linfáticos, las amígdalas y el bazo. El segundo se produce en los linfocitos, una especie de células o glóbulos blancos que se encuentran en la sangre.
Los dos tipos producen síntomas bastante similares. Entre éstos se encuentran el crecimiento e inflamación de los ganglios linfáticos, sudoración nocturna excesiva, manchas en la piel, fiebre alta, entre otros.
Las causas de este tipo de cáncer no están del todo descubiertas, sin embargo, se ha encontrado una relación entre ciertos factores y esta enfermedad. Por ejemplo, se dice que las infecciones generadas por la Helicobacter pylori o el virus Epstein-Barr podrían generar cáncer linfático.
También se han encontrado evidencias de que ciertos daños en el material genético podrían originar las células linfáticas maliciosas. Por ejemplo, la exposición a la radiación podría dañar el ADN y generar cáncer linfático.
Otra posible causa podría ser el VIH, pues existe la teoría de que esta condición aumenta el riesgo de sufrir cáncer linfático. Sin embargo, es importante destacar que todo esto son simples teorías, pues no hay evidencia suficiente para probar estas hipótesis.
La quimioterapia es el tratamiento más efectivo
Es preciso realizar exámenes de salud de manera frecuente para detectar, no sólo el cáncer linfático, sino también otras enfermedades de las que se podría padecer sin saberlo.
Al realizar un diagnóstico precoz del cáncer linfático, se podrá actuar con mayor efectividad para erradicar la enfermedad. Con el conocimiento actual de los linfomas y las leucemias se puede desarrollar un plan de tratamiento efectivo y seguro.
El tratamiento más realizado hoy en día para combatir el cáncer linfático es la quimioterapia, que consiste en eliminar las células malignas mediante la utilización de fármacos. Se suele combinar con la radioterapia, que busca erradicar estas mismas células con la ayuda de rayos X.
Cuando las células cancerígenas se han expandido hasta la médula ósea, resulta necesaria la realización de un trasplante hematopoyético. Mediante este procedimiento se destruye la médula ósea infectada y se reemplaza con implantes hematopoyéticos libres de células malignas.
En el caso de que el médico oncólogo sospeche que los daños en el material genético sean los causantes del cáncer, los agentes alquilantes son el tratamiento que se recomienda. Este tratamiento actúa en el ADN, corrigiendo los fallos y bloqueando la división de células cancerígenas, para así evitar su propagación.