De la caída de cabello al malestar crónico: ¿por qué nos afecta tanto el estrés?

In Sociedad
noviembre 04, 2021

Según los estudios, el estrés continuado afecta al 42% de la población. Una muy mala sensación, fruto tanto de factores puntuales como crónicos, que puede acarrear muchas afecciones. Desde la caída de cabello y la tensión muscular hasta el estreñimiento y la insuficiencia cardíaca. Consecuencias que, ante todo, debemos abordar para preservar nuestro bienestar.

El ser vivo que siente más estrés

Si existe algo que realmente nos diferencie de nuestros compañeros seres vivos en la tierra, de plantas a animales, son los elevados niveles de estrés que puede llegar a sufrir el ser humano. Fruto de distintos inputs y contextos, cuyo origen depende de la naturaleza de su receptor, una sensación desagradable que acarrea afecciones de todo tipo. Si bien manejar el estrés es también y en gran medida una reacción que no siempre es posible, sí tenemos la posibilidad de tratar las consecuencias del estrés. En algunos casos, y si el impacto es mayormente psicológico, mediante la meditación o la terapia. Y, en otros, abordando directamente el plano físico.

Accediendo al plano físico, la caída de pelo por estrés es una de las consecuencias más comunes de llevar la mente al límite. Además, también podemos experimentar una duradera sensación de cansancio, insomnio e inestabilidad emocional. En este último punto, dado que nuestro cerebro, asediado por una serie de inputs que tensan su raciocinio, es a veces incapaz de afrontar según qué situaciones provocando fuertes o airadas reacciones. En todo caso, y por el bien de nuestra salud tanto física como psicológica, es preciso entender por qué nos afecta tanto el estrés. Pero, sobre todo, cómo tratar todo cuanto nos afecte físicamente y, por ende, a nuestro bienestar.

¿Por qué el estrés provoca la caída del cabello?

Según las investigaciones que abordan esta intimidante cuestión, la caída de pelo a causa del estrés debe su vínculo a las neuronas próximas a los folículos pilosos. El estrés provoca en ellas una inflamación que altera nuestra naturaleza capilar, en este caso, acelerando la caída del cabello. Si bien a ciertas edades dicho efecto puede ser permanente, en otros casos es posible que esta reacción al estrés dure unos pocos, pero largos meses. Asimismo, su grado de intensidad depende del nivel de estrés al que estemos expuestos. En ese sentido, entendiendo que no es lo mismo un estrés de tipo puntual que un estrés prolongado en el tiempo o crónico

A fin de afrontar o tratar la caída del pelo fruto del estrés, podemos encontrar vías que abordan tanto un cambio en nuestro estilo de vida como también soluciones médicas. Por supuesto, el primer método consistiría en encontrar el modo de conciliar nuestro bienestar con el origen del estrés. Es decir, buscar por nosotros mismos o a través de ayuda psicológica una frontera a salvo para evitar que éste nos afecte tanto. Por otra parte, en el plano físico, sería ya indispensable contactar con expertos en salud capilar para dar con un tratamiento útil y veraz mediante el que recuperar nuestro cabello. Ambas soluciones, asimismo, totalmente compatibles para realizar en paralelo.

Los efectos de la exposición al estrés

En el fondo, nuestras distintas reacciones al estrés —desde la caída del cabello a un cambio en nuestro metabolismo— no son tan raras entre los seres vivos. De hecho, son muchos los animales que tienen reacciones frente al estrés. Por ejemplo, los pepinos de mar segregan una sustancia al sentirse amenazados para ahuyentar a sus atacantes; del mismo modo que el pez globo dobla su tamaño o la hormiga colobopsis explodens literalmente estalla liberando un mucílago tóxico contra sus enemigos. Por lo tanto, y aunque en nuestro caso nada se base en una cuestión de instinto o supervivencia, se trata de un reflejo psicosomático con el que hay que convivir.

Así, nuestro cuerpo puede reaccionar de muchas y muy variadas formas a una alta exposición al estrés. Entre otros, padeciendo migrañas y tensión muscular, así como diarrea o estreñimiento e incluso un decaimiento en nuestro ánimo que acarree incluso una falta de apetito sexual. En los casos de estrés crónico, provocando alteraciones en nuestro organismo tales como el bruxismo —fricción involuntaria de nuestros dientes—, la aparición de acné como sucede en la adolescencia o también alcanzar la insuficiencia cardíaca. De nuevo, todo depende de nuestra propia condición mental y del modo en que vivimos y afrontamos el estrés.

Según algunos estudios, al menos en 2017, el estrés afecta con frecuencia a un 42% de la población española, encontrando entre los perfiles que más lo padecen los estudiantes, los parados y los autónomos. Si bien no podemos elegir no sentir estrés, sí podemos luchar tanto contra sus orígenes como contra sus consecuencias con mano dura y perseverancia. Reflejando algunos trucos, simplemente hablando del tema para asimilarlo o incluso practicando algún deporte que nos sirva de válvula de escape. Cada cerebro es un hermético universo cuyas vicisitudes no son siempre visibles para el ojo ajeno. Y, por ello, amarnos y protegernos a nosotros mismos es siempre la mejor cura.

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Escritor profesional, autor de novela, cuentos y relatos, algunos premiados. Columnista en diversos medios. Creador de contenidos, redactor y copywriter.