Rodrigo Casas | Hoy día de la fiesta nacional, nuestros patriotas de turno se muestran en el desfile militar a los gritos de “Viva España” cuando en realidad deberían de gritar “Viva Panamá” o “Viva Andorra”. Muchos de ellos portarán “banderitas rojigualdas” cuando deberían de llevar “banderitas de cruz blanca y fondo rojo”. La “Patria” no se defiende asistiendo a un desfile militar ostentoso y caro. Los verdaderos “patriotas” no se envuelven en banderas, se levantan temprano cada mañana para ir a trabajar, o a buscar trabajo. Los verdaderos “patriotas” son las abuelas y abuelos que con sus pensiones mantienen a sus nietos. Los verdaderos “patriotas” son quienes defienden la autoría pública de la sanidad y la educación. La “Patria” no es un país, la «Patria» son tus amigos, tu familia y tu gente.
“No se extraña un país, se extraña el barrio en todo caso, pero también lo extrañas si te mudas a diez cuadras. El que se siente patriota, el que cree que pertenece a un país, es un tarado mental. ¡La patria es un invento! ¿Qué tengo que ver yo con un tucumano o con un salteño? Son tan ajenos a mí como un catalán o un portugués. Una estadística, un número sin cara. Uno se siente parte de muy poca gente; tu país son tus amigos, y eso sí se extraña, pero se pasa.” – Martín (Hache)-
Y para aquellos que pretenden celebrar la colonización de América decirles que la explotación de un pueblo indígena no debería ser motivo de celebración. La conquista tuvo la crueldad y la barbarie que suele acompañar a una invasión de una cultura superior que quiere someter por la fuerza a otra.
Colón implantó el sistema de encomiendas que rápidamente acabó sometiendo al indio a la esclavitud, causándoles una gran mortandad. La reina Isabel I reconoció a los indios como súbditos de la corona con derecho a trabajar libremente a cambio de un salario. Los abusos que originaron el mal trato hacia el indio, fueron los denunciados por el dominico fray Antonio de Montesinos, a quien Fernando escuchó y para ello legisló: La Iglesia por sí misma, o a través de algún príncipe católico, puede hacer la guerra a los infieles y dominarlos si no se acepta la autoridad del papado y los reyes de España, gracias a las bulas alejandrinas, tenían el derecho de dominar, esclavizar y exigir todo tipo de servidumbres y bienes a los infieles indios.
El oro procedente de los ríos antillanos o del botín de la conquista fue pronto superado en valor por la plata procedente de las grandes minas continentales, como la de Zacatecas en Méjico y Potosí en Perú. Su producción fue extraordinaria al tiempo que se reducían los costes de explotación por la introducción, en 1559, de un procedimiento del tratamiento del mineral a base de mercurio. Las minas eran de la Corona, como único propietario del subsuelo y concedía la explotación a particulares a cambio de la entrega de una quinta parte del metal extraído. En la explotación minera, los indígenas estaban forzados al trabajo como pago de un tributo (Mita) que se obligaba a los diferentes poblados indios, extraído de una costumbre de los incas. Era trabajo forzado y extremo, a cambio se entregaba al minero indio un mísero salario, lo que afectó seriamente a la población indígena. Desde 1620 se produjo una caída progresiva de la producción de plata.
La elevada mortandad de los indígenas, los beneficios económicos que comportaba su mercado, la demanda de mano de obra barata de los colonos y la tolerancia de la Iglesia, favorecen la aparición de la esclavitud. El esclavo es de raza negra y, en un principio, la Corona concede licencias para su comercio, pero desde finales del siglo XVI, la monarquía española recurre al sistema de Asientos, o contrato que se le adjudica a los portugueses en exclusiva para surtir de esclavos a la América hispana a cambio de altos ingresos para la Corona. En el siglo XVIII el Asiento lo tomarán los británicos.
La destrucción de la sociedad indígena debido al destacado mestizaje ante la escasa presencia de mujeres entre los colonos españoles. El descenso de la población indígena debido a los trabajos forzados y enfermedades traídas de Europa (1500= 65 millones / 1700 = 5 millones). El propio indígena acaba aceptando su plena inferioridad cultural y asumiendo como superior y propia de admiración la cultura hispana. La Iglesia, siempre dirigida por los reyes de España, protagonizó mediante sus órdenes religiosas la evangelización y la culturización del indígena.
Hispanidad es un término del español clásico, que a principios del siglo XX había ya caído en desuso. Pero en 1926 el sacerdote español Zacarías de Vizcarra propuso, en un artículo que publicó en Buenos Aires, que «Hispanidad» debiera sustituir a «Raza» en las celebraciones del doce de octubre. La celebración del doce de octubre como Fiesta de la Raza Española había sido propuesta en 1913 por Faustino Rodríguez-San Pedro desde la organización Unión Ibero-Americana, y en 1918 alcanzó en España el rango de fiesta nacional con esa denominación. Denominación ampliamente utilizada de hecho en distintas repúblicas americanas que habían reconocido también el 12 de octubre como fiesta nacional, sin nombre alguno o bajo otros rótulos.
La actual España dista mucho de los sucesos que he expuesto, y aun así, celebramos el Día de la Fiesta Nacional el día en que comenzó toda esa barbarie. Es importante reconocer nuestros errores del pasado; reconocer y aprender de ellos para no volver a repetirlos en un futuro. Así es cómo funciona la historia. Soy partidario de tener un día de la fiesta nacional. Un día en el que reflexionar en lo que es esta nación, su pasado, su presente y quizá lo más importante, su futuro.